sábado, octubre 21, 2006

Transantiago y vías exclusivas

Carta al Director, diario El Mercurio (20/10/2006)

Por:
FRANCISCO JAVIER MARTÍNEZ, MARCELA MUNIZAGA, JUAN CARLOS MUÑOZ, JUAN DE DIOS ORTÚZAR

Señor Director:

El Plan Transantiago constituye, sin duda, un proyecto de gran impacto en la calidad de vida de los usuarios de transporte público, que podría significar un aporte a la imagen digna de la ciudad, un potencial camino de desarrollo que no dependa tan fuertemente del uso del automóvil y un aporte a una cultura que agradece y disfruta el espacio público.

Sin embargo, nos preocupa un aspecto fundamental en la implementación del plan. La calidad del servicio que experimenten los usuarios dependerá, muy fuertemente, de que los buses tengan derecho a vía exclusiva. Es decir, que la circulación de los buses por los ejes troncales se realice con mínima interacción con el resto del flujo vehicular para evitar la congestión. Esta es una condición esencial para obtener la calidad de servicio que se requiere para otorgar a los usuarios condiciones de transporte dignas, pero es, además, una política justa y eficiente. Es justa, porque la vialidad es un bien público al cual todos deben tener igual acceso, pero actualmente ocurre que los usuarios de auto ocupan al menos diez veces más espacio vial que los de transporte público, transfiriendo así excesivos costos de congestión a estos últimos. Es eficiente, porque los buses reducen las externalidades ambientales, el espacio requerido para el transporte y el consumo energético. Más aún, al aumentar la velocidad de operación de los buses (por ejemplo en 15%), la flota requerida para prestar el servicio se reduce en igual proporción.

Por lo anterior, los firmantes planteamos a la autoridad la urgente necesidad de hacer realidad la política del derecho a vía exclusiva, con el desarrollo de infraestructura adecuada, aunque tome tiempo construirla. En el intertanto, es perfectamente factible desde el punto de vista técnico que al menos los ejes troncales del Plan Transantiago gocen de vía exclusiva desde su primer día de operación. Si esto no ocurre, tememos que el positivo impacto esperado del plan estará en un serio jaque.

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Artículo relacionado: "Bus Rapid Transit", el sistema de Transporte Público que no se conoce en Chile

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El mercurio suele censurar las cartas que provienen de los que favorecen el TP. Quizas la dejaron pasar porque no menciona para nada las autopistas, o bien, en una de esas la linea editorial está cambiando:

Editorial 20 octubre 2006

El rápido aumento de la congestión en la capital se ha hecho más patente en el sector oriente. En las horas punta se producen enormes embotellamientos en algunos puntos críticos, como la rotonda Pérez Zujovic o la esquina de las avenidas Manquehue y Apoquindo -en esta última, cabe notar que se deben a trabajos viales que facilitarían el tránsito en el futuro, por lo que se trata de un caso transitorio, con esperanzas de mejoramiento próximo.

En la referida rotonda, los problemas derivan del deficiente diseño de las salidas de la Costanera Norte y del aumento de los flujos que ha generado esa carretera urbana. Además, contribuirán a la congestión en ese sector los gigantescos proyectos en la Costanera y la Portada de Vitacura. Aunque estos últimos contemplan medidas de mitigación, las que se conocen parecen insuficientes ante la magnitud de los flujos que ellos crearán y los problemas ya existentes allí.

La razón última de las dificultades de congestión es el aumento del parque de automóviles, por el crecimiento de la economía y las bajas tasas de interés. También ha contribuido el atraso del Plan Transantiago, que debía complementar las carreteras urbanas: al no disponerse de una alternativa cómoda y rápida, como aquél lo prometía, se fomenta el traspaso del transporte público al privado.

Los alcaldes de las comunas afectadas y el MOP han reconocido los problemas causados por la Costanera Norte y estudian iniciativas que pretenden solucionarlos. Algunas, como la solución al nudo Pérez Zujovic, requerirán obras que tardarán años, lo cual no es un buen augurio para los automovilistas de la zona oriente: se trata de eliminar la rotonda -transformando a Vitacura en una vía sin interrupciones-, completar la Costanera Sur, y ampliar o construir nuevos puentes sobre el Mapocho. Estas obras ayudarán por algún tiempo, pero, en el mediano y largo plazo, la congestión requiere soluciones sistémicas. Es previsible que las alternativas que se plan-tean actualmente pueden verse sobrepasadas por los flujos de tráfico de los nuevos proyectos, por el desplazamiento de la actividad de las empresas hacia el oriente y el crecimiento del parque automotor asociado al desarrollo.

Los ingenieros de transporte -muchos de los cuales se han opuesto a las carreteras urbanas- creen confirmadas sus advertencias sobre los efectos negativos de ellas en las ciudades. Estos especialistas a menudo se oponen al uso del automóvil y prefieren las soluciones de transporte colectivo. Pero, a medida que el país crece, los sectores económicamente emergentes aspiran a un vehículo, por la libertad que promete a sus dueños.

Las soluciones deberían combinar distintas clases de medidas. Se requiere desalentar el uso del automóvil, impulsando a los usuarios a internalizar el costo que la congestión que causan ocasiona a los demás habitantes, pero, al mismo tiempo, es indispensable que se ofrezcan alternativas cómodas y rápidas. En esta área, como en otras, Chile es aún renuente a considerar más a fondo la experiencia internacional. Por ejemplo, el alcalde de Londres ha introducido un impuesto a la congestión, cuya recaudación se usa para subsidiar y mejorar el transporte colectivo. Esa medida ha sido popular y, al parecer, eficiente. Sería razonable explorar esta línea de acciones en nuestra capital y otras ciudades, sin perjuicio de llevar también adelante aquellas de más corto plazo para resolver los problemas más urgentes en algunos nudos particulares. En cualquier caso, es ilusorio que el aumento de la restricción vehicular -dudosamente constitucional- que ahora anuncia la autoridad para 2007 pueda resolver los problemas de congestión.

Anónimo dijo...

El mercurio suele censurar las cartas que provienen de los que favorecen el TP. Quizas la dejaron pasar porque no menciona para nada las autopistas, o bien, en una de esas la linea editorial está cambiando:

Editorial 20 octubre 2006

El rápido aumento de la congestión en la capital se ha hecho más patente en el sector oriente. En las horas punta se producen enormes embotellamientos en algunos puntos críticos, como la rotonda Pérez Zujovic o la esquina de las avenidas Manquehue y Apoquindo -en esta última, cabe notar que se deben a trabajos viales que facilitarían el tránsito en el futuro, por lo que se trata de un caso transitorio, con esperanzas de mejoramiento próximo.

En la referida rotonda, los problemas derivan del deficiente diseño de las salidas de la Costanera Norte y del aumento de los flujos que ha generado esa carretera urbana. Además, contribuirán a la congestión en ese sector los gigantescos proyectos en la Costanera y la Portada de Vitacura. Aunque estos últimos contemplan medidas de mitigación, las que se conocen parecen insuficientes ante la magnitud de los flujos que ellos crearán y los problemas ya existentes allí.

La razón última de las dificultades de congestión es el aumento del parque de automóviles, por el crecimiento de la economía y las bajas tasas de interés. También ha contribuido el atraso del Plan Transantiago, que debía complementar las carreteras urbanas: al no disponerse de una alternativa cómoda y rápida, como aquél lo prometía, se fomenta el traspaso del transporte público al privado.

Los alcaldes de las comunas afectadas y el MOP han reconocido los problemas causados por la Costanera Norte y estudian iniciativas que pretenden solucionarlos. Algunas, como la solución al nudo Pérez Zujovic, requerirán obras que tardarán años, lo cual no es un buen augurio para los automovilistas de la zona oriente: se trata de eliminar la rotonda -transformando a Vitacura en una vía sin interrupciones-, completar la Costanera Sur, y ampliar o construir nuevos puentes sobre el Mapocho. Estas obras ayudarán por algún tiempo, pero, en el mediano y largo plazo, la congestión requiere soluciones sistémicas. Es previsible que las alternativas que se plan-tean actualmente pueden verse sobrepasadas por los flujos de tráfico de los nuevos proyectos, por el desplazamiento de la actividad de las empresas hacia el oriente y el crecimiento del parque automotor asociado al desarrollo.

Los ingenieros de transporte -muchos de los cuales se han opuesto a las carreteras urbanas- creen confirmadas sus advertencias sobre los efectos negativos de ellas en las ciudades. Estos especialistas a menudo se oponen al uso del automóvil y prefieren las soluciones de transporte colectivo. Pero, a medida que el país crece, los sectores económicamente emergentes aspiran a un vehículo, por la libertad que promete a sus dueños.

Las soluciones deberían combinar distintas clases de medidas. Se requiere desalentar el uso del automóvil, impulsando a los usuarios a internalizar el costo que la congestión que causan ocasiona a los demás habitantes, pero, al mismo tiempo, es indispensable que se ofrezcan alternativas cómodas y rápidas. En esta área, como en otras, Chile es aún renuente a considerar más a fondo la experiencia internacional. Por ejemplo, el alcalde de Londres ha introducido un impuesto a la congestión, cuya recaudación se usa para subsidiar y mejorar el transporte colectivo. Esa medida ha sido popular y, al parecer, eficiente. Sería razonable explorar esta línea de acciones en nuestra capital y otras ciudades, sin perjuicio de llevar también adelante aquellas de más corto plazo para resolver los problemas más urgentes en algunos nudos particulares. En cualquier caso, es ilusorio que el aumento de la restricción vehicular -dudosamente constitucional- que ahora anuncia la autoridad para 2007 pueda resolver los problemas de congestión.