jueves, marzo 30, 2006

Tarificación por congestión


Por Juan Carlos Muñoz (1)

Si bien la nueva tarifa que se ha anunciado para la Costanera Norte por motivo de congestión responde a un contrato entre el Estado y la concesionaria, parece oportuno preguntarnos si este mecanismo de cobro es adecuado. El sentido económico de la tarificación por congestión es que cada usuario del sistema de transporte tome la decisión de "qué ruta escoger" y "a qué hora viajar" comparando no sólo el costo de viaje que él percibe, sino también el costo que su viaje causa a los demás conductores. Para entender este costo imagine un vehículo en una cola o un taco; si súbitamente este vehículo desaparece, todos los que vienen detrás llegan antes a destino. La tarificación por congestión pretende que cada viajero considere ese impacto sobre los demás conductores como un costo propio al elegir su ruta, hora de viaje o modo de transporte. Si cada usuario percibiese el costo social total, incluyendo el impacto sobre los demás conductores, de cada alternativa de viaje, entonces el patrón de viajes resultante en toda la ciudad sería aquél en que los minutos totales gastados serían los mínimos posibles para realizar todos los viajes de la población.

En este sentido, es claro que las vías no pueden analizarse en forma independiente de la malla urbana en que existen. ¿Cómo puede tarificarse aisladamente un eje sin pensar en lo que está sucediendo en los demás? Es fácil imaginar situaciones en donde el tráfico resultante con tarificación en el eje es peor que sin la existencia de tarificación. Así, si bien tras la tarificación hay un objetivo de eficiencia, en la medida que no se considera al sistema como un todo, la eficiencia buscada queda en entredicho.

Respecto a la magnitud del cobro, la tarifa por congestión de la Costanera Norte ha sido definida por contrato, sin atender a que la correcta tarifa por cobrar depende de los niveles de tráfico en el eje y en el resto de la red; lo que resulta imposible definir con varios años de anticipación, para todos los años que durará la concesión.

De aquí que tarificar las vías por congestión es sumamente complejo e impracticable. Sin embargo existe un caso reciente en el mundo que demuestra que la tarificación por congestión, si abarca una zona completa, puede tener impactos tremendamente positivos en la ciudad. El alcalde mayor de Londres, Ken Livingstone, hace un par de años decidió cobrar 5 libras por día (un poco más de $3.000) por entrar al centro de la ciudad durante los períodos de alto tráfico. El alcalde tomó esta decisión en contra de la voluntad de su propio partido laborista y con gran resistencia de los usuarios afectados. Sin embargo, el resultado ha dejado a todos contentos y a Livingstone como un ejemplo de autoridad y liderazgo. Los tiempos de viaje de autos y buses se han reducido, los buses dan más vueltas por hora, ha mejorado significativamente el servicio, ha aumentando la demanda por transporte público, se han reducido los subsidios al sistema, etc. En jerga de la ingeniería de transporte se diría que Londres entró en un círculo virtuoso. Los fondos recaudados se utilizan para financiar la operación del sistema y mejorar aún más el transporte público de la ciudad. Resultado: La población reeligió a Livingstone como alcalde con una amplia mayoría. Este año subió la tarifa diaria a 8 libras y a partir de este año, la ciudad de Estocolmo optó por seguir el ejemplo.

En el caso de la Costanera Norte los fondos recaudados por congestión pasan a incrementar los ingresos del concesionario. No parece razonable que el operador de la autopista sea quien se beneficie de los atochamientos que se generan en ella. Sería más lógico que éste tuviera todos los incentivos apuntando en la dirección de reducir la congestión. Existen numerosos mecanismos para gestionar una autopista evitando o postergando la congestión. Entre ellos, cabe mencionar una adecuada señalética (acompañada de fiscalización) que separe las colas al interior de la autopista de modo que la gente en una cola sea sólo aquélla que causa el atochamiento. Existen muchas autopistas que operan con sistemas de "ramp metering", esto es ubicando semáforos en sus entradas que dosifiquen el acceso a fin de mantener la autopista operando a flujo y velocidad máxima. Para ilustrar este fenómeno consideremos un cajero de banco que trabaja más lento en presencia de cola, porque se pone nervioso, caso en el cual el administrador del banco seguramente dispondría las colas donde el cajero no
las vea y dosificaría la entrada para que el cajero funcione a su máxima capacidad. De esta manera el sistema como un todo serviría a más gente. Es cierto que los cajeros no bajan su productividad en presencia de colas, pero las autopistas sí.

En Santiago existen muchos conectores entre autopistas (Costanera y Autopista Central, Autopista del Sol y Américo Vespucio, por nombrar algunos) que tienen un diseño totalmente inadecuado. En otros casos no existen y la conexión entre autopistas es la malla vial secundaria. Es indispensable que el diseño de la autopista y sus conectores tiendan a hacer más fluida la circulación y de ninguna manera permitir que el concesionario se vea beneficiado por los errores del proyecto concesionado.

En nuestro caso, los fondos que genere el mayor cobro por congestión deberían servir para financiar proyectos de alta rentabilidad social. Lamentablemente en Chile existe una cultura en que los proyectos no autofinanciados son de segundo pelo. Ello genera el grave problema de que los proyectos que favorecen a sectores de mayores ingresos tienen muchas más posibilidades de llegar a concretarse respecto de aquéllos que, por beneficiar a sectores más pobres, carecen de autofinanciamiento. Los recursos reunidos a través de la tarificación por congestión podrían utilizarse para sacar adelante este tipo de proyectos.

Este argumento nos lleva de lleno al proyecto de transporte que más afectará la vida de los santiaguinos de bajos recursos, cual es el Transantiago. El transporte público es la principal fuente de movilidad para la enorme masa de población perteneciente a los estratos sociales medio y bajo de Santiago. Transantiago representa un ambicioso y acertado plan para mejorar la calidad de estos viajes y, sin embargo, en los últimos años se han priorizado las autopistas y el Metro. Los niveles de inversión en estos proyectos tienen órdenes de magnitud muy superiores a los del sistema de buses, hecho que debe representar una gran desilusión para la población menos acomodada de Santiago. Sería deseable que la infraestructura que necesita Transantiago se pudiera financiar con los fondos reunidos por tarificación.

Esto último conduce a una reflexión. Incluso sin tarificación por congestión, las autopistas favorecen en forma desmedida a los sectores de mayores ingresos. En efecto, cada año el MOP debe decidir cómo invertir sus fondos entre los múltiples proyectos de infraestructura que analiza. Estas propuestas afectan a distintas personas y, en el caso de los proyectos de transporte, su principal beneficio consiste en ahorro de tiempo de viaje para los usuarios. Si bien las personas de distinto estrato socioeconómico valoran en forma diferente este ahorro, a la hora de cuantificar los beneficios de un proyecto, el gobierno opta por dar a todos los ahorros de tiempo el mismo valor unitario. Ello es correcto desde una perspectiva de equidad, pues así se pretende impedir que el mayor poder adquisitivo de la clase más pudiente influya atrayendo proyectos hacia sí. A pesar de esto, el sistema de selección de proyectos de transporte por parte del Ministerio contiene tres elementos preocupantes de inequidad. El primero consiste en que las personas de los estratos socioeconómicos altos viajan mucho más que las de los estratos bajos y por ello un proyecto de transporte urbano tiene muchas más posibilidades de
beneficiar a los más pudientes (es como que en una rifa, algunos tengan un boleto y otros tuvieran tres). La segunda inequidad es que se da preferencia a aquellos proyectos que se autofinancian y ellos son, nuevamente, los que involucran a los sectores de mayores ingresos, por su posibilidad de autofinanciarse. Finalmente, como la autoridad está interesada en sacar muchos proyectos adelante, impulsa algunos cuya autofinanciación es al menos discutible. Por ejemplo, las mitigaciones a los impactos ambientales o urbanos de un proyecto pueden hacer ilusoria su autofinanciación y para resolverlo se opta por dar seguros de ingresos o de demanda al concesionario que no son sino subsidios encubiertos a dicho proyecto.

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martes, marzo 28, 2006

Incentivo al uso de la bicicleta.

La bicicleta es un medio de transporte no contaminante, silencioso, que no genera congestión y que trae beneficios a la salud (tanto física como psicológica) de quien la usa.

Es lógico entonces que una ciudad que pretenda tener un sistema de transporte sustentable deba promover el uso de este medio de transporte. Es con esta intención que el Gobierno de Chile, en colaboración con el GEF (Global Environment Facility) están desarrollando el proyecto “Calidad de aire y transporte sustentable para la ciudad de Santiago de Chile”, proyecto que está siendo implementado por Transantiago.

Dentro de este proyecto (que tiene muchas partes que no analizaremos ahora) se destaca el estudio “Promoción del uso de la bicicleta”, que tiene los siguientes objetivos específicos:

  • Definir un programa de acciones que tengan como fin, promover el uso de la bicicleta, sobre todo para viajes con motivo de trabajo, estudios y compras. Este programa deberá enfocarse principalmente hacia los desplazamientos que actualmente se hacen por auto particular en el área del estudio (comunas de Ñuñoa, Providencia y Santiago).

  • Inculcar el uso de la bicicleta como medio de transporte en jóvenes de edad escolar y superior, y de tal manera reducir el uso del auto particular para viajes entre la casa y el establecimiento educacional, en el área del estudio.

  • Aumentar el número de pasajeros que acceden al Metro en bicicleta, especialmente aquellos que actualmente usan el transporte motorizado privado para desplazarse.

Se han visto algunos avances parciales en el primer objetivo: Providencia, Ñuñoa y Santiago han aumentado notoriamente sus kilómetros de ciclovías, sin embargo llama la atención que el estudio se aplique sólo a estas comunas.

Por otro lado, aparte de las ciclovías, no se ha visto mucho más avance.

La idea de facilitar el acceso en bicicleta al metro no es ninguna novedad y debería ser fácil (y a todas luces barato) de implementar, sin embargo seguimos viendo que no hay lugares para dejar bicicletas en las estaciones de metro a pesar de que algunas (como Escuela Militar) disponen de superficie ociosa que podría ser fácilmente destinada a esto.

Respecto a inculcar y promover el uso de la bicicleta se han visto algunos “gestos” como mayor apoyo a organizaciones que promueven su uso (Furiosos Ciclistas, Arriba e’ la Chancha), pero tampoco se ha visto una campaña “masiva” de promoción de este medio de transporte

Mi opinión (absolutamente personal, no representa al resto de los miembros del blog) es que justamente la difusión es lo más importante (si no lo único). No se pueden construir ciclovias que lleguen a todas partes, por lo que las bicicletas deben usar principalmente la calle y sería ideal poder dejar la bicicleta en el metro, pero esto de nada sirve si sólo unos pocos lo hacen.

Es fundamental que la gente quiera usar espontáneamente la bicicleta. Por lo general las campañas orientadas a esto apelan al “sentido común” de la gente y a su interés por el “bienestar de todos”. Sin embargo sabemos que el usuario pocas veces elige su medio de transporte considerando estos factores.


Mi propuesta (que seguramente muchos encontrarán espantosa) es promover el uso de la bicicleta apelando a los “estereotipos-objetivo” (lo que a la gente le gustaría ser). La bicicleta tiene el estigma de ser considerada un medio de transporte “pobre”, mientras que tener auto implica cierto “estatus”. Por eso hay que tratar de “subir el nivel” de la bicicleta como medio de transporte. Por ejemplo se puede poner énfasis en que en muchos de los países considerados “desarrollados” la bicicleta es un medio de transporte altamente usado (por todos los estratos socioeconómicos). En los países bajos el 28% de los viajes son en bicicleta mientras que en Santiago sólo son el 1,4% (menos que en Canadá e Inglaterra, que tienen un clima bastante más adverso). El siguiente gráfico nos da una idea de cómo estamos respecto a otros países.


Fuente: Presentación de Christopher Zegras en el seminario “Chile en el mundo, el mundo en Chile”, Noviembre 2005.


Mientras el auto siga siendo asociado a un mayor “estatus” social y la bicicleta sea considerada sólo un elemento recreativo no se va a poder avanzar nada. Yo “vendería” la bicicleta igual que cualquier producto de consumo: apelando a las “aspiraciones” del consumidor (¿Quiere parecer europeo?... entonces súbase a la bicicleta)

Convencer a la gente de que ir al trabajo, colegio o universidad en bicicleta es “cool” (anglicismo espantoso, pero que se le va a hacer) podría ser una manera efectiva de cambiar la partición modal. A esto hay que agregar información que permita a la gente darse cuenta de que no es tan cansadora como parece, de que en muchos casos es más rápida y poner énfasis en que su costo es “cero”. La gente tiene que sentirse “orgullosa” de andar en bicicleta… sentir que es una alternativa “inteligente”… y en cierta forma sentirse inteligente por usarla.

No basta con decirle al usuario que es “bueno”, hay que insertarlo en su subconsciente… si se hace con tantas cosas ¿Por qué no con la bicicleta? (y de pasadita con el transporte público)

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Links asociados:

Presentación de Christopher Zegras (profesor del MIT) en el seminario “Chile en el mundo, el mundo en Chile”, Noviembre 2005.

Documentos del estudio “Promoción del uso de la bicicleta”

Global Environment Facility

Transantiago

Testimonio gráfico de un viaje en bicicleta al trabajo (realizado por el autor...)

Arriba e' la Chancha


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viernes, marzo 24, 2006

Menos autos = Más autos


La “tarifa-congestión”[1] que quiere aplicar la concesionaria de la autopista Costanera Norte ha estado en la noticia desde que se anunció. Que los usuarios no tienen por qué hacerse cargo de la congestión, que es inconstitucional, que primero se deben mejorar los accesos, que está en las bases de licitación por lo que la empresa está en su derecho, etc., son algunos de los argumentos que se han esgrimido. Pero el tema ha servido también para que los expertos en transporte, entrevistados por diversos medios de comunicación, traten de llevar la discusión al tema de fondo: La construcción de autopistas urbanas como solución a los problemas de congestión.El argumento de sus mentores es que las autopistas disminuyen los tiempos de viaje y ayudan a descongestionar la ciudad, pues benefician no sólo a quienes las utilizan, sino también a quienes no están dispuestos a pagar por su uso y circulan por vías alternativas, en las cuales supuestamente disminuye el tráfico y por consiguiente la congestión. A pocos días de inaugurarse Costanera Norte, se anunció que había disminuido los tiempos de viaje de las vías aledañas en hasta un 43%, resultado lógico y alentador. Sin embargo hoy, a menos de un año de su puesta en marcha, la realidad es muy distinta, ya que no sólo la autopista sufre constantes cuellos de botella en las horas punta, sino que también el flujo vehicular ha aumentado considerablemente en su entorno. De acuerdo con mediciones de la Unidad Operativa de Control de Tránsito, si se comparan siete rutas alternativas a la autopista, entre las 8 y las 9 de la mañana (período punta), para los meses mayo de 2005 y marzo de 2006, en cuatro de ellas aumentó el número de vehículos circulando (entre un 3.7% y un 12%), en dos se mantuvo y sólo en una se redujo. Es muy probable que si no se hubiese construido la autopista, el flujo vehicular en su área de influencia también hubiese aumentado, como en toda la ciudad, pues el crecimiento del parque automotriz es un fenómeno inevitable a medida que la población se enriquece. Sin embargo, la tasa de crecimiento del tráfico sí puede ser manejada por el planificador, a través de incentivos o desincentivos al uso del automóvil.


Claramente, la construcción de autopistas urbanas es un aliciente a la compra y uso del automóvil particular como medio de transporte, observándose en el mediano plazo una mayor generación de viajes motorizados y una fuga de usuarios de otros modos más eficientes en el uso del espacio (transporte público, bicicleta, caminata) hacia el automóvil, producto de sus mejores condiciones de circulación. Éste es un fenómeno conocido como tráfico inducido, efecto que se acrecienta y consolida en el tiempo, hasta un punto en que la congestión es más severa que la existente antes de la construcción de la autopista, y más severa incluso que la que habría en ese mismo momento, sin la existencia de la autopista. ¿Por qué? La congestión tiene el poder de mantener el volumen del tráfico en equilibrio, al ser un desincentivo en sí misma para el aumento de viajes en automóvil en las horas punta. Sin embargo, cuando se incrementa la capacidad vial, se reduce momentáneamente la congestión, hasta que las mejores condiciones de circulación atraigan más viajes que saturarán también la nueva infraestructura. ¿Cómo se explica entonces que a pesar del brutal aumento de capacidad del eje oriente-poniente de Santiago, al introducir una autopista de tres carriles por sentido, a los pocos meses de su puesta en marcha ya esté colapsada en las horas punta, permeando a las vías adyacentes (especialmente a través de los accesos a la autopista) que ya sufren los efectos de una mayor flujo vehicular? Si el efecto del tráfico inducido se incluyera en los estudios de evaluación de las autopistas urbanas, su rentabilidad social, si realmente existe, sería aún más cuestionable. “...the economic value of a scheme can be overestimated by the omission of even a small amount of induced traffic. We consider this matter of profound importance to the value-for-money assessment of the road programme[2]. “…quite small absolute changes in traffic volumes have a significant impact on the benefit measures[3]. ¿Alguien conoce el estudio de evaluación social de Costanera Norte?

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[1] No confundir con tarificación por congestión, tema del que seguramente hablaremos más adelante
[2] Standing Advisory Committee on Trunk Road Assesment (SACTRA), “Trunk Roads and the Generation of Traffic”, London, 1994
[3] Peter Mackie, “Induced Traffic and Economic Appraisal,” Transportation, Vol. 23, 1996, p. 113.



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Bienvenidos

Bienvenidos a "Matadero-Palma", un blog que intentará informar sobre temas relacionados con el transporte y su interacción con la ciudad y la calidad de vida de sus habitantes.

El transporte (público y privado, de personas y cosas) juega un rol trascendental en la calidad de vida de los habitantes de una ciudad, región, país, etc. (todos necesitamos viajar y, por lo general, muy frecuentemente). Entender los mecanismos que operan en un sistema tan complejo no es fácil y por lo mismo este espacio intentará explicar, de la manera más “amigable” posible, las causas y efectos de los fenómenos que se dan en el sistema de transporte.

También dedicaremos espacio a lo que ocurre día a día, tratando de comentar y analizar de manera más profunda las noticias relacionadas con el tema, tanto en Chile como en el resto del mundo.

Somos un grupo de ingenieros y estudiantes de Ingeniería de Transporte y lo que nos motiva es transmitir los conocimientos adquiridos a todo el que se interese y note que el transporte es un fenómeno que afecta su calidad de vida. Muchas veces vemos que los medios de comunicación tratan estos temas de manera superficial, sin explicar en profundidad lo que pasa (o lo que podría pasar)… nuestro objetivo es que quien lea este blog tenga mejores herramientas para entender lo que ocurre en su hábitat y para defender (o exigir) un sistema de transporte de calidad, que dé prioridad a las personas por sobre los autos y sea un aporte a la calidad de vida de todos.

Sin más nos despedimos por ahora y los invitamos a visitarnos seguido…


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